lundi, mai 14, 2007

El viaje de la tristeza


Cuando la tristeza decidió abandonar la ciudad...

Recogió una maleta, que andaba perdida en su habitación, colocó un par de recuerdos en su interior, y sin coger revista o libro alguno para entretenerse, se despidió desde la ventana, en completo silencio. Cogió su impermeable marrón del perchero, una gorra a juego, y tras echar un último vistazo a lo que dejaba atrás, cerró la puerta.

Se marchó de incógnito, sin despedirse de las personas con las que había convivido en los últimos años, arrimada a las aceras, con la cabeza gacha, y paso rápido. No llevaba regalos a quién entregar en su próximo destino, ni fotos de aquellos que dejaba atrás. Su maleta con sus recuerdos eran lo único que la ataban a aquella ciudad.

Dependiendo del estado de ánimo que encuentre tras salir de la estación, volverá a presentarse en cualquier otra ciudad, en cualquier otra casa, ante cualquier persona que necesite de ella. Llamará a algún timbre, alguien le abrirá, y tras verle la cara, lloraran ambos un adiós improvisado. Poco le importará a la tristeza, que el día esté soleado, o lleno de niebla, su llegada siempre es imprevista. Y fingir que no existe es la peor solución. Pero la tristeza viene igual que se va, sin avisar. Sencillamente...

Se marcha.

P.S: Escrito y publicado por primera vez en galatea.blogia.com el 12 de septiembre de 2005.

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1 Comments:

Blogger mICrO said...

Me gusta ver marcharse a la tristeza, pero tambien me gusta saber que aun esta cerca, es bella, y es intima, y es para de mi, como tantas otras cosas.

Besos

7:27 AM  

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