mardi, novembre 22, 2011

Las acuarelas del cielo

Su madre la arropó metiendo las sábanas y la manta por debajo del colchón. Le dio un beso en la frente y le deseó buenas noches. Apagó la luz de la mesilla, y ya se iba, cuando la niña le espetó:
-“¿Hoy no hay cuento?” –le preguntó Sofía.
-“Sólo si me prometes, que te dormirás enseguida.” –le respondió su madre. La niña asintió con la cabeza.
-“¿Quieres que te cuente el de Caperucita y el Lobo Feroz?”
-“No, no, hoy quiero uno de angelitos que vienen a la tierra.”
-“¿Te ha gustado el Belén que hemos visto, verdad?”
-“Sí, pero tendrán mucho frío en la calle durante la noche, no?”
-“No, no Sofía, verás...”
La madre aún no había acabado de contarle la historia, cuando Sofía cerró los ojos, quedándose dormida. Su madre sonrió, y tras subirle la sábana, y darle otro beso, se fue, dejando la puerto medio abierta, y la luz del pasillo encendida.
Habrían pasado unos pocos minutos, cuando Sofía entreabrió los ojos. Había algo en la ventana que hacía ruido. Las cortinas no estaban echadas, pero la luna nueva no alargaba nada de luz. Se levantó despacio y se asomó. No había nada. Se giró para volver a su cama, cuando lo volvió a escuchar. Ahora era como un campanilleo y unos golpes secos en la ventana. Iba a gritar “mamá”, cuando no sabe muy bien cómo, un ángel niño se plantó delante de ella. Tenía una sonrisa tranquilizadora, que escondía bajo el dedo índice de su mano, haciendo un ademán de silencio. La cogió de la mano, y la llevó a la cama. Él se quedó sentado en el aire, y esperó.
-“¿Quién eres?”
-“Soy uno de los ángeles del cuento de tu madre.”
-“¿En serio?”
-“Claro. Algunas veces, cuando me dejan, también soy ángel guardián.” –le dijo todo orgulloso.
-“Flautas, eso debe ser muy chulo.”
-“Sí, lo es. Pero cansa un poco.”
-“¿Tienes sueño?” –le preguntó Sofía.
-“No, ¿y tú?”
-“No ¿Cómo te llamas?”
-“Eifiriel.”
-“¿Qué haces cuando no haces de ángel?”
-“Pinto. En realidad, todos nosotros, los ángeles, pintamos. El cielo es inmenso, y un lienzo maravilloso. Cogemos todos los colores que puedas imaginar, y también los que no, y los derramamos por el cielo, de arriba hacia abajo, como si se nos hubiera caído, pero en realidad es porque queda más bonito así. Seguro que nos has visto alguna vez, lo hacemos por la mañana, muy temprano, justo antes de irnos a dormir un rato, y luego por las tardes, antes de ir a ver los niños en sus camas, y escuchar las historias de los padres.”
-“¿Y cómo lo limpiáis luego?”
-“Hay varias maneras, la más bonita es cuando le echamos agua al cielo, y le pasamos un trapo. Aquí en la tierra, la gente mayor dice que eso es lluvia, pero es porque no pueden vernos. Nos sentamos en las nubes y esperamos a que se seque. Y también usamos el viento. Tenemos unos molinos muy grandes, que soplan muy fuerte, y que se van llevando nuestros dibujos a otros lugares. Pero luego, cuando ya se han visto bien los dibujos, siempre los lavamos, y así tenemos siempre un cielo limpio e inmenso para seguir coloreando.”
Sofía sonrió en sueños, se acababa de quedar dormida otra vez.
A la tarde siguiente, después de salir del colegio, sus padres la llevaron de nuevo a ver el belén. Allí, en lo alto del pesebre estaba Eifiriel sonriendo. Poco tiempo después, una ligera lluvia barrió el atardecer, llevándose los colores rosáceos y anaranjados que habían poblado el cielo.

P.S: Escrito y publicado por primera vez en galatea.blogia.com el 20 de diciembre de 2005.

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